El toque de aislamiento y soledad que te embriaga al pie de esta muralla te invita a adentrarse en su inmensidad, buscando la vía que a priori hemos trazado en nuestra mente durante el acercamiento a la misma y que será la vía original abierta por Udaondo y compañeros. Sin embargo, cuando estás a sus pies la perspectiva a cambiado tanto que donde había canales y fisuras encontramos muros y desplomes, lo cual nos obliga a aventurarnos, más o menos a ciegas, hacia arriba, en busca de esa línea tan marcada que vimos con anterioridad. Estamos en plena aventura, en la gran muralla, en la cual hace más de 30 años los “pioneros” se adentraron con menos medios pero más ganas y agallas para hollar la cumbre por la vía más bella y factible de la pared. Comenzamos con un primer largo que nos deposita en una terraza en la que además encontramos un clavo, sin embargo, la salida de esta reunión se nos antoja mucho más alejada de la línea de ascensión de la vía que queremos realizar y de mayor compromiso que lo que buscamos, lo cual nos hace desistir de seguir por esa dirección, abandonando esta “vía” hacia la canal de la derecha, que desciende del collado que forma nuestra cima y la Torre de Olavarría y en la cual encontramos una instalación de rápel para bajarnos de allí. Nos volvemos a separar un poco de la pared para volver a interpretar la ascensión y lo empezamos a ver algo más claro. La vía transcurre más a la izquierda de donde hemos comenzado. El tiempo, está a nuestro favor, y nuestro espíritu de aventura sigue intacto, por lo que volvemos a realizar un nuevo intento, encontrando esta vez sí un lazo antiguo marcando la vía, y el posterior diedro y canal que memorizamos desde la distancia. Ahora sí, ya entrados en faena sabemos, que como nuestros antecesores, saldremos por arriba después de cuatro agradables largos de escalada y el despliegue de nuestro más avezado sentido de la aventura, compartiendo con ellos esa fascinación por la conquista de una pared virgen.





























Un saludo.