“LAS VERDES: Llamativa franja de pastos muy visible desde Juente Dé y que se encarama por debajo de la Peña Remoña. Desde el norte se entra a ellas partiendo del Güertu Las Patatas, después se pasa por Las Traviesas de la Canal del Mediodía (radicadas por arriba de La Canal del Mediodía) y La Canal del Bregón y por último se sale a La Mina (del) Tíu Felipe.”
Si era posible recorrer esas líneas colgadas sobre el vacío era algo que llevaba rumiando desde hacía tiempo (no era el único de este foro). Después de 19 años desde la última visita, un día me encontré por casualidad en Fuente Dé. De entre la espesa niebla asomó por un momento la mole de Peña Remoña y ése fue el detonante que necesitaba para retomar el proyecto. Diez días después volvía, esta vez con un día espectacular, para intentar transformar la idea en acción.
El estudio de un puñado de fotos obtenidas de internet no había sido muy alentador. Las aéreas franjas dibujaban estrechas líneas paralelas que a veces se reducían a un simple y estrechísimo trazo verde, separadas entre sí por bandas rocosas en apariencia infranqueables, todo ello encaramado a muchos metros de altura sobre el Monte Quebres. Por más que miraba eran demasiados los puntos conflictivos, de tal forma que la impresión principal era que el lugar “metía mieu”.
Sí había llegado a una conclusión y eso ya era algo: de existir paso, éste debía ser por arriba del todo, arrimado a los paredones cimeros de Peña Remoña, o por abajo del todo, justo por encima del precipicio. Además, no parecía haber conexión posible entre ambas opciones. Las dos vías presentaban muchas zonas “oscuras” pero la superior parecía más peliaguda e incierta, así que decidí que yendo por la inferior tenía más posibilidades de llegar a buen puerto. De todas formas, tenía la impresión de que esta vez iba a utilizar mucho el viejo truco de autoengaño del “sólounpocomás-averquéseve”.
Una parte del optimismo que se crea al ver las cosas sobre el papel se esfuma cuando me encuentro frente a frente con Peña Remoña, en el aparcamiento de Fuente Dé. ¡Esas traviesas son realmente empinadas!

Poco a poco voy ascendiendo por los Tornos de Liordes. A medida que se gana altura empieza a vislumbrarse el primer tramo de lo que me espera:

Si se está atento, a unos 1780 m aparece a la izquierda el lugar llamado Güertu Las Patatas, con restos de construcciones, llamado así según Ramón Sordo Sotres “porque antiguamente sembraron allí patatas los mineros”. Es el momento de abandonar el buen camino y de empezar la aventura. Como aperitivo de lo que me espera, he de cruzar unas empinadas pandas herbosas. Aprovecho para visualizar los dos posibles puntos de paso en el afilado canto del fondo.

Junto al Güertu Las Patatas se encuentra la estrecha rendija donde nace la Canal del Embudo.

Para seguir el plan que me he trazado hay que perder bastante altura, así que, ya que estoy aquí, decido asomarme primero al punto superior para echar un vistazo. Un marcado y aéreo sendero de rebecos me conduce hasta sus inmediaciones, lo cual me anima bastante.

Los Tornos de Liordes dibujan la marca del Zorro en la montaña, una cicatriz por la que ascienden penosamente varias personas. Sólo espero que no perciban mi presencia porque no me gusta llamar la atención.

Como en otras ocasiones, me asomo casi con reverencia al canto. Es un ritual que intento prolongar y saborear lentamente porque soy consciente de que ese momento concreto no se va a repetir nunca más. Lo desconocido está allí detrás pero dejará de serlo en cuanto mi mirada lo recorra. “Todo lo que se alcanza, se destruye”. Por fin, un escenario impresionante, más caótico de lo que imaginaba, aparece ante mis ojos. Franjas de roca oscura y descompuesta separan traviesas colgadas sobre el vacío. Aquí lo horizontal no tiene cabida y los rebecos pululan a sus anchas sabedores de que nadie les molestará. El 28 mm de mi cámara se muestra absolutamente incapaz de captar todas las líneas de fuga de la escena.

Como ya suponía, el aspecto de la traviesa superior no invita a las florituras. Por el contrario, la opción inferior parece más apta para los bípedos así que, tras retroceder sobre mis pasos, desciendo los 160 m de desnivel que me separan del punto de acceso inferior. La ladera es más inclinada de lo que parece y hay que ir con cuidado.

Allí arriba, justo bajo el paredón, estaba antes:

Al asomarme por segunda vez se acaban las bromas. La primera prueba es una estrechísima traviesa al filo de un abismo que pone los pelos de punta.


Sin embargo, es la única opción. Afortunadamente, también aquí hay senderillo de rebecos.

Un paso delicado cuando las rocas de la derecha parecen querer echarte al vacío.

Inmediatamente después aparece el gigantesco embudo que se precipita en la Canal del Mediodía. Al otro lado se halla el segundo canto que debo traspasar, tras el cual se halla la Canal del Bregón. Peña Remoña me mira desde lo alto. Los rebecos sorprendidos por mi presencia huyen asustados por medio de inverosímiles equilibrios. Una gran roca cae desde las alturas con enorme estrépito. Cuando logro localizarla, disfruto observando ese segundo que media entre que la veo estamparse contra el terreno y el momento en que el sonido me alcanza.

Atravieso empinadas laderas hasta el fondo del embudo, donde me siento extremadamente frágil.

Entre piedra y piedra, asciendo todo lo rápido que puedo, con la “patata” a punto de salírseme del pecho, hasta alcanzar laderas más seguras donde poder recuperar el resuello y observar por dónde he venido.

Los paredones se abalanzan sobre mí:

Llegado al segundo canto ¡sorpresa! No se ve la Canal del Bregón, sino que debo alcanzar otro collado.

Desde ese colladín, a 1840 m, ya tengo a la vista la Canal del Bregón, la última etapa del viaje. La canal se ve muy llevadera; por el contrario no esperaba que la traviesa que debe llevarme hasta ella fuese tan pindia. Por un momento me quedo perplejo, todo lo veo muy arriesgado, casi imposible. ¿Es el momento del “hasta-aquí-llegué”?

Pero una vez más los rebecos se convierten en mis aliados. Descubro su rastro, que va formando pequeños escalones horizontales que rompen la verticalidad del terreno. Una increíble travesía con un patio espeluznante, una auténtica maravilla de la que disfruto paso a paso casi deseando que no se acabe tan pronto.



Después de esto, alcanzar la parte superior de la Canal del Bregón es coser y cantar. Ya no queda ninguna incógnita por despejar y me inunda la alegría de haber logrado trazar un “camino” por estos desventíos.



Al otro lado del collado de la Canal del Bregón (1960 m), las feroces traviesas se convierten en un placentero paseo que se prolonga por toda la ladera sur de la peña:

En cambio yo me dirijo decididamente hacia arriba, en busca de un lugar por donde llegar a la cima. Que de vez en cuando “presta”... ¿Verdad, Helio?


En la cumbre de Peña Remoña.


Por la mañana, desde las proximidades de Espinama:

PD: Éste es sin duda uno de los recorridos de traviesas más largo, impresionante, difícil y peligroso que se puede encontrar en Picos. Requiere mucha determinación y tranquilidad abordar varios pasajes con el vacío a los pies. Sólo para montañeros, no ya con experiencia, sino EXPERTOS en este tipo de terrenos. Recomendable el casco. Por supuesto, acometerlo con tiempo húmedo o inseguro sería correr riesgos ya inaceptables.
NOTA MUY IMPORTANTE (Nota del 22 de agosto): Tres semanas después volví al lugar y pude comprobar que el lugar correcto para recorrer Las Verdes es la opción superior, es decir, por la base de los paredones de Remoña. Este recorrido es muchísimo más sencillo, lógico, rápido y seguro que los vericuetos narrados aquí. Esto no quiere decir que esté exento de riesgos, por lo que a la hora de acometerlo también habrá que extremar las precauciones. Queda claro que es el lugar utilizado por los pastores en aquellos lejanos tiempos. Espero que sabréis disculpar mi error. Gracias.
¡Hasta pronto!

