Gracias, oikaoika
"Exposición" de dibujos
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- Pepe García
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- Registrado: Mié Nov 30, 2005 11:38 pm
- Ubicación: Asturianu en Valladolid
- Pepe García
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Re: "Exposición" de dibujos
ESPELEOLOGÍA
Mi amigo José Martínez, autor del libro “Los Techos de España”, que me guió por los paisajes más guapos (para a quien guste la montaña) de España en busca de las cimas más altas de cada provincia (y en cuya preciosa última edición he tenido el honor de que vayan cuatro acuarelas mías), resulta que también es muy aficionado a la espeleología y me planteó si le podría pintar un par de acuarelas de dos fotos suyas de profundidades de la tierra. Creo que para publicar algún libro sobre el tema.
Y ¿cómo no? Aquí está la primera. Parece que es de una cueva en Méjico llamada Chonta:
Pero, las acuarelas aparte, el tema de la espeleología me ha traído recuerdos muy antiguos y potentes de cuando yo fui espeleólogo por Cantabria (cuando se llamaba todavía Santander). Aviso que irá un rollo bastante largo.
Allá en el siglo pasado, en 1960, mi padre, que era maestro en Sietes (Villaviciosa, Asturias), donde había nacido y donde estaba muy a gusto, se vio obligado a pedir traslado a una capital para que sus tres hijos pudiéramos estudiar. Las más cercanas eran Oviedo, Gijón y Santander……… y le tocó Santander.
Bastante despistados allí en los primeros tiempos, tanto los padres como los tres hijos, nuestros padres nos buscaron lugares en los que nos relacionáramos con otros chavales y tuviéramos algún entretenimiento (aparte de estudiar, que era nuestra principal ocupación y obligación), y nos encontraron dos: un Centro de Acción Católica y el Frente de Juventudes. Yo que ya por entonces, sin conocer aún la frase de Marx (del gracioso, Groucho, no del otro, al que no le gustaba el Capital), se ve que no era partidario de hacerme de ningún club en el que me admitieran, no pasé en lo primero de la mínima categoría (Aspirante, se llamaba) y en lo segundo no llegué tampoco a la mínima (Flecha, se llamaba), pero si saqué de aquello bastante rendimiento: alguna salida con los primeros en grupo (con buen ambiente) de tipo montaña y descubrir con los segundos, y con unos nuevos amigos, la espeleología, y, tanto con los unos como con los otros, aprendí a jugar al ping pong bastante bien (lo tengo muy dejado, pero ¿alguien me acepta todavía un desafío?).
Sobre lo de que “nunca me haría de un club en el que me admitieran”, recuerdo una vez que en el Frente de Juventudes nos concentraron a todos los novatos en una cancha de baloncesto para jurar no sé para qué (quizá para ser Flecha) en una ceremonia en la que ante varias preguntas –“¿juráis tal y tal y tal?”- había que ir respondiendo “¡juro!”. Yo, que por entonces era mucho más legal y honrado que ahora que ya me ha ido estropeando la vida, no me hacía gracia jurar cosas, porque entendía que si lo juraba me vería obligado a cumplirlo, y ni siquiera entendía muchas de las cosas que nos proponían. Entonces tuve claro que no juraría, y ante cada pregunta ponía la boca como para decir “juro”, pero no lo decía. El problema fue que había por allí varios sicarios vigilantes acercándose a cada uno a ver si juraba. Encontré la solución diciendo cada vez que se llegaba uno a mi: “¡u…o!! O sea, que conseguí no jurar, menudo alivio.
Bien, pues aún sin llegar a hacerme del club (tenía un carnet, pero nunca pagué unas cuotas que había que pagar) descubrí, junto con unos conocidos, después ya amigos, de los estudios, que también andaban por allí, la espeleología. Cogíamos en el Frente de Juventudes el material, muy poco, pero para nosotros suficiente: un casco con boquilla conectada a un carburo y, con suerte, alguna escalita de aluminio, e íbamos por nuestra cuenta.
Y así fuimos conociendo bastantes cuevas de Cantabria y un mundo nuevo y sorprendente, en el que había desde pasos tan estrechos a los que llamaban “laminadores” hasta enormes y amplias salas, estalactitas-estalagmitas, lagos subterráneos, …
Recuerdo, por ejemplo, una cueva en Cabo Mayor debajo del Puente del Diablo (un puente natural que se ha caído y ya no existe) a la que llamaban “La Dolorosa”. Se ganaba bien el nombre: tenía largas grietas horizontales por las que había que ir avanzando de lado apoyando las rodillas y la espalda, laminadores muy estrechos en los que para poder pasar, retorciéndose, había que quitarse el casco, … y unas corrientes de aire (causadas por los movimientos del agua del mar, con el que conectaba la cueva) que en los sitios estrechos te apagaban la luz de la llama del casco (había que arrimarlo al de otro compañero con la llama encendida para volver a encenderlo).
Fue un descubrimiento, como dije, de un mundo nuevo, una gran experiencia, pero siempre recordaré que, cuando después de un recorrido bajo tierra de varios kilómetros, volvía a ver de nuevo la luz del día sentía un gran alivio.
De modo que, cuando conocí y practiqué el montañismo, con sus horizontes mucho más amplios, me olvidé de la espeleología.
He vuelto a recordarla ahora gracias a José Martínez. A ver qué tal me sale la siguiente acuarela.
Mi amigo José Martínez, autor del libro “Los Techos de España”, que me guió por los paisajes más guapos (para a quien guste la montaña) de España en busca de las cimas más altas de cada provincia (y en cuya preciosa última edición he tenido el honor de que vayan cuatro acuarelas mías), resulta que también es muy aficionado a la espeleología y me planteó si le podría pintar un par de acuarelas de dos fotos suyas de profundidades de la tierra. Creo que para publicar algún libro sobre el tema.
Y ¿cómo no? Aquí está la primera. Parece que es de una cueva en Méjico llamada Chonta:
Pero, las acuarelas aparte, el tema de la espeleología me ha traído recuerdos muy antiguos y potentes de cuando yo fui espeleólogo por Cantabria (cuando se llamaba todavía Santander). Aviso que irá un rollo bastante largo.
Allá en el siglo pasado, en 1960, mi padre, que era maestro en Sietes (Villaviciosa, Asturias), donde había nacido y donde estaba muy a gusto, se vio obligado a pedir traslado a una capital para que sus tres hijos pudiéramos estudiar. Las más cercanas eran Oviedo, Gijón y Santander……… y le tocó Santander.
Bastante despistados allí en los primeros tiempos, tanto los padres como los tres hijos, nuestros padres nos buscaron lugares en los que nos relacionáramos con otros chavales y tuviéramos algún entretenimiento (aparte de estudiar, que era nuestra principal ocupación y obligación), y nos encontraron dos: un Centro de Acción Católica y el Frente de Juventudes. Yo que ya por entonces, sin conocer aún la frase de Marx (del gracioso, Groucho, no del otro, al que no le gustaba el Capital), se ve que no era partidario de hacerme de ningún club en el que me admitieran, no pasé en lo primero de la mínima categoría (Aspirante, se llamaba) y en lo segundo no llegué tampoco a la mínima (Flecha, se llamaba), pero si saqué de aquello bastante rendimiento: alguna salida con los primeros en grupo (con buen ambiente) de tipo montaña y descubrir con los segundos, y con unos nuevos amigos, la espeleología, y, tanto con los unos como con los otros, aprendí a jugar al ping pong bastante bien (lo tengo muy dejado, pero ¿alguien me acepta todavía un desafío?).
Sobre lo de que “nunca me haría de un club en el que me admitieran”, recuerdo una vez que en el Frente de Juventudes nos concentraron a todos los novatos en una cancha de baloncesto para jurar no sé para qué (quizá para ser Flecha) en una ceremonia en la que ante varias preguntas –“¿juráis tal y tal y tal?”- había que ir respondiendo “¡juro!”. Yo, que por entonces era mucho más legal y honrado que ahora que ya me ha ido estropeando la vida, no me hacía gracia jurar cosas, porque entendía que si lo juraba me vería obligado a cumplirlo, y ni siquiera entendía muchas de las cosas que nos proponían. Entonces tuve claro que no juraría, y ante cada pregunta ponía la boca como para decir “juro”, pero no lo decía. El problema fue que había por allí varios sicarios vigilantes acercándose a cada uno a ver si juraba. Encontré la solución diciendo cada vez que se llegaba uno a mi: “¡u…o!! O sea, que conseguí no jurar, menudo alivio.
Bien, pues aún sin llegar a hacerme del club (tenía un carnet, pero nunca pagué unas cuotas que había que pagar) descubrí, junto con unos conocidos, después ya amigos, de los estudios, que también andaban por allí, la espeleología. Cogíamos en el Frente de Juventudes el material, muy poco, pero para nosotros suficiente: un casco con boquilla conectada a un carburo y, con suerte, alguna escalita de aluminio, e íbamos por nuestra cuenta.
Y así fuimos conociendo bastantes cuevas de Cantabria y un mundo nuevo y sorprendente, en el que había desde pasos tan estrechos a los que llamaban “laminadores” hasta enormes y amplias salas, estalactitas-estalagmitas, lagos subterráneos, …
Recuerdo, por ejemplo, una cueva en Cabo Mayor debajo del Puente del Diablo (un puente natural que se ha caído y ya no existe) a la que llamaban “La Dolorosa”. Se ganaba bien el nombre: tenía largas grietas horizontales por las que había que ir avanzando de lado apoyando las rodillas y la espalda, laminadores muy estrechos en los que para poder pasar, retorciéndose, había que quitarse el casco, … y unas corrientes de aire (causadas por los movimientos del agua del mar, con el que conectaba la cueva) que en los sitios estrechos te apagaban la luz de la llama del casco (había que arrimarlo al de otro compañero con la llama encendida para volver a encenderlo).
Fue un descubrimiento, como dije, de un mundo nuevo, una gran experiencia, pero siempre recordaré que, cuando después de un recorrido bajo tierra de varios kilómetros, volvía a ver de nuevo la luz del día sentía un gran alivio.
De modo que, cuando conocí y practiqué el montañismo, con sus horizontes mucho más amplios, me olvidé de la espeleología.
He vuelto a recordarla ahora gracias a José Martínez. A ver qué tal me sale la siguiente acuarela.
- Pepe García
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Re: "Exposición" de dibujos
Gracias, Jorge
- Pepe García
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Re: "Exposición" de dibujos
La segunda acuarela de espeleología para mi amigo José Martínez.
Es la Torca de Aloños, por Villacarriedo:
Es la Torca de Aloños, por Villacarriedo:
- Pepe García
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Re: "Exposición" de dibujos
Me encargaron pintar a un perrito llamado Piper, y, una vez hecho, recordé a los que había pintado. Cuatro,si no me olvido alguno, y, en orden cronológico:
Sena:
Phoebe:
Kowe:
Piper:
Sena:
Phoebe:
Kowe:
Piper:
- Pepe García
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Re: "Exposición" de dibujos
Una imagen de La Pedriza basada en una fotografía de un amigo virtual de Facebook: Julio Gosan.
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