Mis dos últimas acuarelas son de retratos, y retratos dobles, lo que aumenta la dificultad porque con que uno de los dos no hubiera salido bien el resultado habría sido malo. Creo que ha habido bastante suerte.
El primero es de los novios de una boda, de la que ya se ha hablado bastante por todas partes (incluso en el "Hola") para que haga falta explicar nada más:


El segundo es de mi mismo con mi amigo TITO.
Expliquemos quién es Tito:
Además de amigo, fue compañero muy cercano de trabajo durante bastantes años y ahora acaba de pasar a mejor vida (pero en sentido literal, jubilándose, no en ese otro sentido en el que se aplica creo que muy impropiamente). Ayer lo hemos celebrado.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue mi mejor compañero de trabajo (lo que no quita para que pudiera haber habido otros, como mucho, igual de buenos, pero nunca nadie mejor).
Por varias razones:
La primera, por ser asturiano como yo, cosa que, en los tiempos actuales con tantas nacionalidades, siempre facilita el entendimiento, la complicidad y la comunicación, aunque, en cuanto a esto último, tengo que decir que, al ser él de la parte de Asturias cercana a Galicia (de Tapia, concretamente), tuve que aprenderme alguna de las palabras que me decía, por ejemplo dos con las que él me calificaba a veces:
"sabicheiro" y
"enchedoiro".
La segunda, porque tiene (lo tenía cuando trabajamos juntos) un gran nivel intelectual y de actividad y, al no ser un trepa y no traicionarte nunca, era una suerte trabajar con él.
La tercera, porque compartía conmigo una característica en el trabajo: que trabajábamos para quien nos pagaba, es decir, para la empresa, nunca para nuestros circunstacionales jefes (que no es lo mismo), lo que nos costaba no pocas refriegas a diestro y siniestro, a todos los niveles y en todos los terrenos -en las que éramos solidarios- para defender la calidad de nuestro trabajo. Los dos despreciábamos a dos tipos de sub-especies humanas: la de los déspotas prepotentes y la otra, que es su complemento, la de los arrastrados pelotas.
Y la cuarta, porque, llegado el caso de una buena juerga, también era muy competente en ese terreno.
¡Hasta siempre compañero!

